Vuelve y juega

por Greco Chipatecua

«O inventamos o erramos» Simón Rodríguez

El continuismo de las políticas de dominación económica que permean, se imponen y determinan todos los ámbitos de la existencia de los pueblos, además de ser una constante histórica impuesta por los detentadores del poder —poseedores de los medios de producción a los cuales se hicieron históricamente a sangre y fuego por medio de la expropiación, el robo y el exterminio— son el principio y fin y razón de ser del Estado burgués. Este ejercicio de violencia no es más que la negación de la potencia de los sujetos que nos somete bajo su discurso moldeado por la modernidad.

El llamado a la “unión nacional” del nuevo presidente —que encarna a la oligarquía criolla colombiana— no es más que un nuevo frente nacional. Recordando la historia reciente, la historia no contada en los textos oficiales de enseñanza nacional y parafraseando a Camilo Torres, «cuando la oligarquía liberal-conservadora frente a su incapacidad histórica de engañar al pueblo colombiano por separado, resuelve repartirse el poder —botín— mediante un pacto de rapiña denominado frente nacional». Se desvela una vez más la contradicción en todo su esplendor.

Mientras López Pumarejo y Laureano Gómez, ‘La Bestia’, discutían en el Jockey Club al son de un whiskey de quién sabrá cuantos años, el pueblo se mataba por el color de una corbata durante la llamada asexuadamente época de “La Violencia”. Pero cuando el enfrentamiento de los dos modelos económicos1 adquirió dimensiones inmanejables y puso en riesgo la estabilidad del Estado, se reestructuró la hegemonía del capital —sin importar su modelo de dominación— mediante el llamado a la “unión nacional”.

En años recientes, la Política de Paz del Gobierno Pastrana no fue más que la cocina del Plan Colombia diseñado por los Estados Unidos. Pero ellos, los reales jugadores y estrategas de esta partida por las riquezas de estas tierras llamadas Sur y Centro América, nunca se olieron que el pueblo “inculto” del “deme dos”, los perezosos de Venezuela, los más permeados —gracias a los petrodólares— por la cultura del consumismo, se liberaran y oxigenaran los procesos sociales y las luchas por la emancipación de los pueblos. Alí Primera —cantautor de la revolución bolivariana que al igual que Bateman muere en un helicóptero que se “cae” del aire— y sus ideas hoy por hoy impregnan la atmósfera.

La llamada derecha —que en términos de Sousa Santos no es otra que la que pretende el mantenimiento del estado de las cosas— a diferencia de la izquierda —que busca el cambio—en los momentos de crisis tiene claro que sus diferencias internas no son relevantes porque no afectan al status quo. Por fortuna los cálculos y proyecciones de los centros de poder no siempre se cumplen2.

«Porque en realidad nuestro norte es el sur»

Esta histórica frase de Torres García —célebre pintor uruguayo— rompe con imágenes hegemónicas tan básicas como el dónde estamos en el planeta —arriba/abajo, pequeños-periféricos/grandes-centrales— y hace parte del repensarnos como sujetos históricos en un tiempo y un espacio, entendiéndonos como el resultado de una historia de pueblos dignos y diversos —afros, indígenas, árabes, ibéricos, etc—. Reconocer nuestra identidad latinoamericana como propia nos permite levantar la cara y hacerle frente al neocolonialismo del pensamiento hegemónico que nos subyuga con las más diversas tecnologías de control.

Hay que alzar la cara y mirar al discurso hegemónico y todos sus representantes a los ojos. Y así, dejar de pensarnos como inferiores y darnos cuenta que sin nuestras riquezas, sin el pago de la deuda externa y sin nuestros mercados que consumen sus baratijas, no tienen poder. De esa manera nos daremos cuenta que la relación de poder se da sí y sólo sí el subyugado cree y legitima al detentador del mismo. Por tal, hay que vencer ya no al colonizador, sino al nuevo amo del capital que se nos impone con su discurso “humanista” desarrollista para que reexista nuestra cultura en constante construcción.

Cantaba Alí: «Si en Camilo se unieron el fusil y el evangelio, ¿por qué no nos unimos?». La reacción no sólo no es suficiente sino que además por natura es reaccionaria: es respuesta pero no propuesta. La invitación es a la reexistencia: nadie está inventando el agua tibia, hace tiempo que las imágenes alternativas al orden hegemónico dejaron de ser respuestas reactivas, para ser independientes del Estado y su sistema económico oxigenado por los billetes de las drogas ilegales y las armas. No basta con resistir: hay que avanzar, hay que construir. ¿Desde dónde? Desde el aquí y el ahora. Nuestras diferencias son insignificantes frente al monstruo.

1 El modelo reaccionario terrateniente semifeudal de Laureano —que hoy por hoy reina gracias al imperio narcoparamilitar que ha permeado todas las estructuras del Estado— frente al modelo burgués progresista y “humanista” de López —que promulgaba la igualdad ante la ley, léase derechos humanos para ser explotados sin distingos—.

2 Con por fortuna no nos referimos a la suerte del vago cuando se topa con un billete en la calle ondeando en el aire, sino a la concreción de un hecho que no ha sido afectado por la contingencia.

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